Cuando ya se había decretado el estado de excepción constitucional, era pasada la media noche del 18 de octubre de 2019. Nosotros no podíamos dar crédito a lo que estaba sucediendo, es decir, los militares en las calles reprimiendo la protesta popular.
A Maestra Vida había alcanzado a llegar poca gente, no eran más de dos docenas y a esa hora decidimos no cobrar entrada, solo queríamos sentirnos acompañados en esa extraña jornada en que aún no sabíamos que comenzó a cambiar la historia de Chile.
Mientras la música nos consolara, nos sentamos a conversar en la barra, hasta que un vecino del local nos pasó a avisar que piquetes de pacos estaban cerrando los locales uno por uno, y que debíamos hacer lo mismo.
Lo comentamos con Ítalo y decidimos que nuestra intención sería esperar lo más posible y mantenernos con música hasta las 2 o 3 de la mañana. Resistimos hasta pasada la 1, cuando un grupo de carabineros llegó a la puerta y pidieron hablar con el encargado, rol que habitualmente asumo cuando Ítalo no quiere atender o está ocupado.
Coloqué cara y actitud de regente de quinta de recreo, e intenté hacerme el “larry“: buenas noches, ¿qué acontece?, pregunté.
Un funcionario con un aire de control y en tono severo me dice: debe cerrar el local.
Lo miro: ¿porqué?, y me devuelve la mira con cara de “este weón me está agarrando pal´ webeo“
¿No sabe que se decretó estado de emergencia?
Ah, no sabía, bueno. Espero que termine la gente de consumir y paramos la música, total llegó re poca gente.
No -me dice-, tiene que se ahora.
No -le contesto- uds. no me van a cerrar el local porque el horario legal es hasta las 5 de la mañana.
Entonces si no cierra le voy a sacar un parte – sentenció finalmente
No estoy ni ahí, pero no cierro, si quiere trae a los milicos acá a la puerta, pero uds. no tiene facultades para clausurar así.
Al lado en la vereda estaba fumando un cliente abogado que estaba atento a la conversación e intervino a favor nuestro, mientras el paco con el que me “trampié” sacó la libreta de citaciones al tribunal y un lápiz, y en ese momento me imaginé que si me infraccionaba probablemente tendría que ir al juzgado de policía local en la mañana, y me dio la flojera del trasnochador, pero a la vez no quería darle el punto al paco “aweona´o“.
Al lado observo que otro paco me da la espalda y alcanzo a escuchar que le dice algo así como que si me hacían un parte estarían hasta la hora del loly llenado el formulario, así que ese mismo espécimen se acerca y me dice: ya, mire, vamos a cruzar y ud hace que la gente termine, pero queremos que cierre, vamos a dar una vuelta y volvemos a ver cómo va la cosa.
Esa madrugada estuve en casa a las 3 de la mañana pensando que probablemente Chile había cambiado, pero aún no entendía qué tanto, y la verdad es que estábamos al medio de la historia.